COOPERACION INTERNACIONAL Y CRISIS FINANCIERA
Vera Gianotten*
La actual crisis mundial, cuyas perspectivas día a día empeoran sin que nadie se atreva a vislumbrar su fin, está teniendo consecuencias sin precedentes en el mercado financiero global, pero sobre todo afectará de forma severa a los países empobrecidos del planeta.
En el mundo hay 1.700 millones de agricultores y agricultoras en situación de enorme vulnerabilidad frente a los impactos del cambio climático. Muchos ya padecen hambre, lo que los hace aún más vulnerables. Pero existen experiencias exitosas de cómo fortalecer la capacidad de recuperación a nivel local. Reproducir y ampliar los éxitos es la fuente de esperanza para estos agricultores, y además puede contribuir a afrontar el problema del cambio climático.
Los gobiernos tienen la responsabilidad jurídica de velar por el derecho a la alimentación de todos los seres humanos. Sin embargo, hay mil millones de personas que pasan hambre en el mundo y más millones cuya seguridad alimentaria se encuentra en peligro. La Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria de 2009 ofrece una oportunidad única para desarrollar un sistema de gobernanza de la seguridad alimentaria mundial que salve la brecha entre las distintas visiones y los intereses enfrentados acerca de los mecanismos internacionales políticos, financieros y técnicos.
En el marco de la Quinta Reunión Ministerial “Agricultura y Vida Rural en las Américas” y en el contexto del Proceso Cumbres de las Américas llevado a cabo en Montego Bay, Jamaica, del 26 al 29 de octubre de 2009 se firmó el PLAN AGRO 2003-2015, Acuerdo Ministerial Hemisférico Jamaica 2009 para la Agricultura y Vida Rural en las Américas.
Luego de siete años de haber sido liberadas comercialmente las semillas de algodón transgénico, queda en evidencia el fracaso que han tenido. No cumplieron con las promesas de ser más productivas, ni de reducir el uso de pesticidas y herbicidas, ni de disminuir los costos de producción, ni de generar mayor rentabilidad para los agricultores.
Agricultura para el desarrollo es el resultado de un proceso de análisis y consulta realizado por Oxfam Internacional entre finales de 2007 y la primera mitad de 2008, antes de que el impacto de la crisis financiera se hiciera sentir a lo largo de todo el mundo en desarrollo. Se publica ante un escenario de futuro lleno de inestabilidad e incertidumbre, donde la percepción de riesgo es elevada, pero también la de estar ante una oportunidad única de generar el cambio político que conlleve a un nuevo equilibrio mundial.
Décadas de escasa inversión pública en agricultura han debilitado la capacidad de los agricultores para hacer frente a la volatilidad de los precios, a los cambios climáticos y económicos, o para poder salir por sí mismos de la pobreza. Sin embargo, los donantes y los gobiernos deben considerar la inversión en agricultura como parte de la solución a largo plazo frente a las crisis alimentaria, financiera y climática.
La agricultura familiar –unidad productiva basada en profundos vínculos que unen a una tierra y a un núcleo familiar concretos-, representa un sector de gran valor simbólico y estratégico por sus funciones económicas, sociales, culturales, medioambientales, territoriales y de seguridad alimentaria. La agricultura familiar es mucho más que un modelo de economía agraria: es la base de la producción sostenible de alimentos, de la gestión medioambiental del territorio y de su biodiversidad.
Este informe de políticas se propone informar a los negociadores en dónde se sitúa la agricultura en el marco de las negociaciones actuales y proporciona algunas propuestas sobre cómo ésta podría abordarse en un acuerdo mundial sobre el cambio climático. El informe se basa en la presentación más técnica y exhaustiva acover_page por la FAO al Grupo de Trabajo Especial sobre la Cooperación a Largo Plazo (AWG-LCA), antes de su Cuarta Sesión (FAO, Enabling agriculture to contribute to climate change mitigation, 6 de febrero de 2009).
El seguro agrícola es un instrumento eficaz en la gestión de riesgos rurales. Paradójicamente, su uso por los agricultores es relativamente bajo en la mayor parte del mundo. Una notable excepción son los Estados Unidos de América, país donde tiene éxito. El proceso, sin embargo, fue lento, muy costoso y con la participación del Estado. Así, los países que deseen incorporar este instrumento entre las prioridades de su política agrícola, como parece ser el caso de Brasil, deben tomar en cuenta los requisitos necesarios para tener éxito, y los problemas que genera.
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