Este artículo ha sido elaborado conjuntamente por la Fundación Land Portal, el GFAR, ANGOC y ALRD.
// Crédito de la foto: ONU Mujeres Asia y el Pacífico
La seguridad en la tenencia de la tierra es uno de los mejores incentivos para que la población rural pobre adopte medidas de mitigación y adaptación al cambio climático.
Los efectos duraderos de los desastres "naturales" no son exclusivos de quienes carecen de seguridad en la tenencia.
Cuando el marido de Kavita Sakar murió en mayo de 2009, ella heredó un acre de tierra cultivable en su aldea del sur de Bangladesh. Era pequeña, pero seguía siendo un activo clave y una fuente de ingresos para esta madre de cuatro hijos. Por desgracia, ahora sólo le queda un tercio.
Se vio obligada a vender parte de la tierra para renovar su casa tras el paso del ciclón Aila pocos días después de la muerte de su marido. Las marejadas y la erosión del río también se han comido parte de ella. Y desde hace tres años no puede cultivar nada porque quedó sumergida en agua salada tras el ciclón Amphan de 2020.
"Los peligros naturales han aumentado nuestra lucha por la subsistencia. No puedo depender de la tierra aunque la tenga", nos dijo.
La difícil situación de Kavita es un testimonio de los efectos duraderos de las catástrofes "naturales", que son cualquier cosa menos eso. Aunque tenía una tenencia segura, ahora se enfrenta a la perspectiva de perder su hogar y su medio de vida. No es una experiencia nueva ni aislada, pero ahora se ve agravada por la creciente frecuencia y gravedad de las catástrofes meteorológicas, que, según los científicos, son consecuencia del cambio climático.
Cómo los desastres magnifican la inseguridad de la tenencia
Las catástrofes meteorológicas llevan mucho tiempo vulnerando el derecho a la tierra de la población, sobre todo de quienes, como Kavita, viven en zonas rurales y marginales. De hecho, a muchos otros les va mucho peor.
En 2013, semanas después de que el tifón Haiyan devastara el centro de Filipinas, los medios de comunicación locales informaron de que se había impedido a miles de familias reconstruir sus hogares después de que la tierra fuera reclamada por un promotor inmobiliario. El Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo también documentó cómo el sentimiento de inseguridad de la tierra "aumentó drásticamente" para los agricultores de algunas de las zonas más afectadas, con algunas personas luchando contra un ciclo interminable de desplazamientos.
Las repercusiones tampoco se limitan a los países en desarrollo.
Tras el huracán Katrina, que desbordó el sistema de protección contra las inundaciones de Nueva Orleans en 2005, inundando el 80% de la ciudad, la falta de títulos de propiedad claros impidió a decenas de miles de personas acceder a las ayudas públicas o reconstruir sus hogares.
Por otro lado, sabemos que la seguridad de la tenencia de la tierra aumenta la resiliencia de las comunidades, tanto si viven en centros urbanos densamente poblados como en vastas zonas rurales abiertas.
Cómo puede ayudar la seguridad de la tenencia
Un estudio del Consorcio Africano de Investigación Económica (African Economic Research Consortium ) concluye que, en Malawi, la seguridad de la tenencia de la tierra amortigua los efectos de la sequía en los hogares rurales. Según los autores, formalizar la propiedad de la tierra y hacerla inclusiva ofrece el mayor potencial de mitigación, ya que es probable que estos esfuerzos mejoren la productividad agrícola, mitiguen los efectos negativos de las perturbaciones meteorológicas y aumenten el bienestar familiar.
De hecho, según los autores, la seguridad de la tenencia de la tierra puede "reducir la pobreza y promover el crecimiento y el desarrollo sostenible en los países en desarrollo".
También en la Amazonia brasileña, las políticas de apoyo a los derechos de los indígenas sobre la tierra pueden ayudar a detener la deforestación y restaurar los bosques, que son sumideros clave de carbono y reguladores del clima local. Según un nuevo estudio, los territorios indígenas con derechos seguros sobre la tierra no sólo reducen la deforestación, sino que también restauran mejor las tierras deforestadas que las tierras de propiedad privada y las no incorporadas.
¿Cómo es posible que el hecho de que se reconozcan o no los derechos sobre la tierra conduzca a resultados tan diametralmente diferentes? Porque si las personas tienen la propiedad de la tierra, es mucho más probable que inviertan, ya sea para utilizar mejores materiales de construcción que puedan resistir inundaciones y terremotos o para instalar sistemas de riego que garanticen buenos rendimientos.
Especialmente en el caso de los hogares agrícolas rurales, la seguridad en la tenencia de la tierra influye en su disposición a adaptarse al cambio climático. También reduce la degradación medioambiental que a menudo aumenta su vulnerabilidad a las catástrofes naturales.
Por el contrario, los sistemas de propiedad y tenencia de la tierra inseguros, no equitativos y/u opacos obligan a menudo a las personas a vivir en zonas propensas a las amenazas y a adoptar métodos insostenibles para hacerles frente, como talar árboles o degradar la tierra, lo que a su vez acaba con los ecosistemas en funcionamiento, libera emisiones de gases de efecto invernadero que calientan el planeta y aumenta las posibilidades de que se produzcan inundaciones y sequías devastadoras.
Un futuro sombrío para quienes carecen de seguridad de tenencia
Los científicos han sido muy claros sobre lo que nos espera en términos de cambio climático: sino somos capaces de frenar nuestras emisiones, vamos a ver más y más fenómenos meteorológicos extremos, tanto en términos de frecuencia como de intensidad. Será un círculo vicioso y doloroso de destrucción, sufrimiento y pobreza.
Las consecuencias serán mucho peores para los mil millones de personas que se calcula que viven en condiciones de inseguridad de tenencia en todo el mundo. Esta cifra, basada en una encuesta nacional representativa de adultos en 140 países realizada por el Instituto de Desarrollo de Ultramar (ODI) y Global Land Alliance (GLA), representa casi 1 de cada 5 adultos en estas naciones.
La lucha por mitigar el cambio climático y adaptarse a él está estrechamente vinculada a la propiedad de recursos clave como la tierra, y debemos asegurarnos de que los esfuerzos por frenar los fenómenos meteorológicos extremos no privan de derechos a los sin tierra ni agravan su inseguridad de tenencia.
Ya estamos viendo cómo se manifiesta el cambio climático en países ricos y pobres.
Los feroces incendios forestales en el este de Canadá provocaron una terrible contaminación atmosférica y tiñeron de naranja el cielo en algunas partes de Estados Unidos, con imágenes distópicas de Nueva York llenando nuestras pantallas. Europa, tras experimentar en 2022 su verano más caluroso y el segundo año más cálido jamás registrado, se prepara para otro año de tiempo salvaje.
Mientras tanto, Pakistán lucha por recuperarse de las inundaciones sin precedentes del año pasado, que afectaron a más de la mitad de las tierras de cultivo en una de sus regiones más productivas, y el Cuerno de África sigue sufriendo la sequía más grave de la historia reciente.
Por qué debemos incluir los derechos sobre la tierra en los debates sobre el clima
Los derechos sobre la tierra están en el centro de la resiliencia y la reconstrucción de las comunidades. Si queremos que nuestras comunidades sean capaces de resistir el riesgo cada vez mayor de los impactos climáticos, es crucial que incluyamos los derechos sobre la tierra, especialmente de los pobres de las zonas rurales, en los debates y negociaciones sobre el clima.
Las agencias humanitarias, los profesionales del desarrollo y los académicos implicados en la gestión y mitigación de catástrofes lo saben desde hace décadas: en una encuesta de 2006 realizada por el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible afirmaron que "la propiedad de la tierra era un elemento muy importante en la resiliencia de las comunidades ante los desastres naturales" y le dieron una puntuación media de 4,5 en una escala de importancia de 1 a 5.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), el organismo de las Naciones Unidas encargado de evaluar la ciencia relacionada con el cambio climático, se mostró de acuerdo con esta evaluación, afirmando en su informe de 2019 Climate Change and Land, que "la tenencia de la tierra es una dimensión clave en cualquier debate sobre las interacciones entre la tierra y el clima."
El informe del IPCC se publicó hace casi cuatro años. Mientras tanto, millones de personas se han visto desplazadas por catástrofes y obligadas a emigrar porque sus tierras se han vuelto improductivas o demasiado peligrosas para vivir en ellas. Muchas más perderán sus tierras, sus hogares y sus medios de subsistencia a menos que ideemos estrategias prácticas y proactivas sobre la preparación ante los desastres, la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo, así como nuevos marcos jurídicos que tengan en cuenta sus derechos y su acceso a la tierra.
En vísperas de la COP28, el Foro Mundial sobre Investigación e Innovación Agrícola (GFAR por sus siglas en inglés), la Coalición Asiática de ONG (ANGOC), la Asociación para la Reforma Agraria y el Desarrollo Rural (ALRD) y la Fundación Land Portal encabezarán una campaña informativa y en las redes sociales sobre este tema, utilizando los hashtags #IfOnlyTheEarthCouldSpeak #landmatters #land4climate #COP28. También puede seguirnos en Twitter.
Nuestro objetivo es amplificar las voces de las comunidades marginadas como la de Kavita para humanizar la cuestión y garantizar que el discurso de la política climática no descuide el papel crucial que desempeñan los derechos sobre la tierra en el desarrollo de la resiliencia climática de una de las poblaciones más vulnerables: las personas pobres de las zonas rurales.