"¡Claro que sí podemos reforestar la Amazonía!"
Muchos proyectos de recuperación de la selva amazónica han fracasado por no plantar los árboles en el orden adecuado. El proceso puede tardar más de cien años. Pero primero, tiene que tomarse la decisión de hacerlo.
El cineasta alemán Wim Wenders dedicó un documental en 2014 a Sebastião Salgado. Se titulaba 'La sal de la tierra' (Salgado, en portugués, significa 'salado') y, aparte de repasar la vida y la obra del genial fotógrafo brasileño, contaba su último gran proyecto: reforestar una gran parcela de selva amazónica heredada de sus padres. En diez años y tras plantar más de dos millones de árboles, había convertido en un vergel una zona completamente desertificada.
Algo parecido es lo que intenta el catalán Pablo Yglesias en Perú, donde lleva siete años recuperando un bosque secundario. "Mi idea es crear una fundación de estudios para enseñar lo que he aprendido, para enseñar a restaurar ecosistemas de bosques tropicales amazónicos, para empezar", dice en entrevista con DW. Pero no es tan fácil. "La gente tiende a pensar que es plantar árboles y ya está; y no es así". Aunque en unos años la zona se vuelva a ver verde, la selva no ha recuperado todavía su biodiversidad.
Unos cien años para recuperar la selva
Por ejemplo, le preguntamos cuánto tardarían en recuperarse las 7.000 hectáreas deforestadas junto a Santa Clara de Uchunya. "Bastante tiempo", dice. Y explica que también depende de la altura, de la cercanía a la ceja de selva, de la actividad que se haya llevado a cabo allí... "Igual en veinte o treinta años podría llegar a haber árboles, que son los que darían la cobertura para después volver a hacer otra deforestación con primarios, por lo que estaríamos hablando tranquilamente de cien años". La cifra coincide con la calculada por otros expertos, que hablan de entre cien y doscientos años.
Imagen satelital del entorno de Santa Clara de Uchunya: arriba a la izquierda se ve el área deforestada por la plantación de palma (tan extensa como la ciudad de Pucallpa, abajo a la derecha, con 300.000 habitantes). Los planes de la empresa, según los uchunya, era unir esa plantación con la que tenía abajo a la izquierda.
Yglesias explica que primero hay que hacerse con unas semillas cada vez más difíciles de encontrar, luego plantarlas en un vivero forestal, para lo que hace falta tiempo y dinero (de hecho, ha recurrido al crowdfounding para financiar su proyecto). "Y una vez plantado el árbol, necesita normalmente de tres a cinco años de mantenimiento: hay que mirar que no le ataquen hongos que no le ataquen plagas, etcétera". Según él, si no, normalmente se mueren nueve de cada diez árboles plantados.
No es tan fácil
Para el 'Manual de reforestación para la América Tropical' del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), la siembra de árboles es la última opción y "deberá usarse sólo cuando las alternativas de regeneración natural y los bosques naturales ya no existan". ¿Por qué? Yglesias lo explica contundente: "La Amazonía se regenera de una manera increíble" y "cuanto más cerca de la ceja de selva, se recupera más fácilmente".
Pablo Yglesias estudia "cómo interactuar con los animales" para conseguir "una simbiosis entre animales dispersadores de semillas (como aves, roedores o murciélagos) para que se reforeste por sí solo el bosque".
El problema viene cuando la selva primaria queda cada vez más lejos de las áreas por reforestar. El botánico del IIAP Richard Zárate Gómez nos recuerda "que hubo muchos proyectos de reforestación que fracasaron". "Las plantas se murieron" básicamente, explica en entrevista con DW, "porque las que se pusieron son especies que viven en la sombra y las sembraron a plena luz del sol". Se hizo así porque de estos árboles se extrae buena madera. "La gran mayoría de especies que viven directamente en la Amazonia no tienen importancia económica", lamenta el especialista peruano. Aunque no es del todo pesimista.
"Claro que sí podemos reforestar la Amazonía", afirma Zárate, aunque concede que efectivamente se "tardaría mucho tiempo". "Hay que sembrar las plantas adecuadas que puedan habitar bajo el sol directo, pero para esto primero debemos comprender profundamente el suelo". Según él, habría que dedicar unos cinco años a analizar este antes incluso de empezar a replantar. "Sabemos más de la luna que de la biología de los suelos degradados", afirma. Pero, con anterioridad a todo esto, hace falta, dice con ironía Zárate, "que el homo sapiens decida realmente reforestar... y eso es difícil de cuantificar en el tiempo". La gente "no cree que el bosque es importante para ella en cada respiración, en cada latido", se queja.
Uchunya: la lucha por la tierra y el medio ambiente
Biodiversidad e importancia para el clima del resto del continente
Según el biólogo inglés Robert Wallace, de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés), el diez por ciento de todas las especies conocidas se encuentran en la Amazonia. Esta alberga, además, casi una sexta parte del agua dulce de todo el mundo. Y representa la mitad del total de bosques tropicales del planeta.
En cuanto a la flora, un estudio reciente del Instituto Nacional de Biodiversidad de Bolivia (Inabio) estimaba que en las tierras bajas de la Amazonía hay entre 5.500 y 7.000 especies de árboles, de las que en torno a la mitad, sólo 2.300 especies, han sido identificadas. Y eso que es una de las zonas en las que más valoraciones científicas se han efectuado.
El biólogo brasileño Antonio Donato Nobre, uno de los padres de la idea de los "ríos voladores", que llevan humedad a través de la atmósfera de un lugar a otro, destaca la importancia de la Amazonía en el clima de casi todo el continente, desde California hasta la Patagonia. "Los bosques regulan el clima", explicaba en una entrevista reciente con DW, añadiendo que "Alexander von Humbolt fue el primero en reconocer esta conexión entre la biología y la meteorología". Para el experto brasileño, "necesitamos una reforestación masiva". "Y no es una utopía", añadía, poniendo el ejemplo de China, que "ha reforestado 800.000 km2 en los últimos 25 años".
La deforestación de la Amazonía brasileña superó entre agosto de 2018 y julio de 2019 en total 10.100 kilómetros cuadrados, un 43% más que en el período anterior y el máximo desde 2008, cuando se deforestaron 12.287 kilómetros cuadrados.
Voluntad política
No son los únicos "homo sapiens" que piensan que la Amazonía se puede reforestar y tratan de hacerlo. Incluso entre los políticos. El Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la ONG Conservación Internacional anunciaron en septiembre, durante la reunión sobre la Amazonía de Naciones Unidas, que destinarían un fondo de 500 millones de dólares para reforestación de esta y de otras selvas tropicales. Era el último de varios fondos similares. En la COP25, que se celebra actualmente en Madrid, se harán problablemente anuncios parecidos. En septiembre, durante aquella cumbre de la ONU convocada precisamente tras la alarma por los incendios forestales en la Amazonía brasileña, Alemania condicionó la cooperación con Brasil a la preservación ambiental.
"Tenemos muchas empresas con experiencias en los sectores de saneamiento y energías limpias que pueden interesarse en el Nordeste y para nosotros es también importante la preservación de la selva amazónica para aceptar esos proyectos", señaló entonces el secretario de Estado del Ministerio de Economía alemán, Ulrich Nussbaum. "Sabemos del gran potencial que sus estados tienen en el área de energía renovable", agregó el director para América Latina del Ministerio de Cooperación Económica y Desarrollo alemán, Volker Oel, para quien "la protección del clima de las selvas tropicales es uno de los temas más importantes".
Sin embargo, la velocidad a la que se puede reforestar es mucho menor que a la que avanza la deforestación. "De eso no hay ninguna duda", explica Yglesias. "Este año ha salido más en las noticias, pero llevamos una década con una deforestación constante" en la Amazonía, algo que explican en parte el cambio en los hábitos en China, donde "se consume un 70% más de carne, por lo que en Brasil se deforesta para producir tanto más carne como más soja". "Y hay muchos otros casos así de los que se podría hablar", concluye. Pero para él "se puede generar economía de forma sostenible y, si hablamos de agricultura, también hay muchas maneras de agricultura o agroforestería sostenible y, sin duda, se podría hacer de una manera más ética, sí".
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